Vuelve a ser sin culpas.....

Mientras él hablaba de su infancia, recobraba la inocencia, una inocencia mucho mayor que la primera, pues no brotaba de la ignorancia, sino del puro deseo que sentía por poseerla sin culpas, sin pudor. El deseo, la excitación que le producía, el placer de tocarla sin detenerse, ¿ porqué debería de sentir culpa, si era un deseo puro?. Su sexo era hermoso, suave, jugoso, le gustaba verla desnuda y tendida entre las sabanas, le gustaba saborearla con su boca, cada rincón, cada dulce sabor, cada jugo que brotaba entre sus piernas, el delicado aroma que le cubría cuando se excitaba, la sensación de poseerla hasta los infinitos resultados de esas caricias. Su olor lo cubría todo, su sabor le extasiaba y cuando entraba con su boca por los delicados genitales, sentía la gloria del alcanzar el placer supremo, el enigmático pecado del que le habían hablado. Él lo había dilucidado y disfrutado más allá de la imaginación que le acongojaba, del miedo a ser castigado por sus faltas. ...