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Mostrando entradas de diciembre, 2019

ENTRESENOS.

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DE ESE SENO LIBERADO DEBERÍAN DE BEBER MIL BOCAS Y GASTARSE MIL LABIOS. DE ESE SENO DEBERÍAMOS ENCONTRAR LA LLAVE DEL SABOR, DE LA AMBROSÍA, DE ESA PERLA QUE CORONA MORDER LAS SENSACIONES MÁS ERÓTICAS. HE RECORRIDO TANTAS VECES EL MISMO CAMINO SIN DEJAR DE ADMIRARME POR LA SENSUAL SILUETA QUE DE TI ME ACOMPAÑA. HE CAÍDO TANTAS VECES EN EL MISMO ABISMO, QUE RENAZCO CADA VEZ QUE TE VEO. EL SABOR DE TUS SENOS, LO SUAVE DE LA PIEL QUE LOS ENVUELVE, LA CAÍDA INFINITA ENTRE TUS CARNES, LA ENTRADA IMPRUDENTE DE UN EXTRAÑO, QUE NO DEJA DE COGER TUS IMÁGENES , AHÍ, TAN DENTRO DE MI, QUE SUELO ENCARCELAR CON MIS DEDOS EL VIGOR , LA HOMBRÍA ENTRE COSQUILLEO Y TEMBLORES . EXCITAS MIS SUEÑOS Y LOS ATRAPAS, SACUDES MI MENTE.  BENDITA LA PIEL QUE CUBRE CADA FORMA, CADA GEMIDO, CADA BRILLANTE RINCÓN DE CARNE QUE EXCITADA POR TUS DEDOS, IRRUMPES DESPERTÁNDOME EN LA ANTESALA DE MI ERÓTICO DESVARÍO... MUÉSTRAME EL SECRETO QUE MÁS ESCONDES , AQUEL DEL QUE BEBERÉ CADA GOTA QUE EN MIS LA

Savia

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Y ese minúsculo rincón donde late la vida, ese ínfimo retazo de piel que te arranca del silencio, donde mi lengua goza , donde mis labios besan, donde mi boca bebe y se pierde del tiempo real, para caer vertiginosamente en tu silencio, donde mis oídos escuchan lacerantes gemidos de placer y deseo... Ahí, justamente ahí, donde nacen los oleajes de tu vientre, donde se esconde el más esperado de los deseos, donde te moja mi aliento tibio, donde derramas tu alma para suplicar piedad, cuando mis labios entre tus temblores se rehúsan a despegarse de tu piel que rezume jugos tu alma excitada para recoger en besos la savia de tu alma. Juan de Marco

Al otro lado del espejo.

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Pues aquí estoy, al otro lado de tu espejo.  Tu abriendo la piernas, y con los dedos, mostrando tus pétalos abiertos, vivos y rojos , para que te saque todo lo sabroso que dentro se esconde.. húmeda con el roció de la mañana y abierta para ser libada y exquisitamente preparada con las mejores galas de una flor en primavera. Extasiándote de besos, de caricias impertinentes, queriendo sacar la miel de ti como las abejas.   Cerca el verano y el calor hace que se abran  y a mi beber de donde se guarda el líquido más dulce y cálido, la más exquisita de las ambrosías, el licor de los dioses que embriagan mis labios angustiados por probarte, lamiendo de ese interior aterciopelado, extasiado esperando tus gemidos, tus jadeos y orgasmos, queriendo quitarte la vida con mi boca... la miel con mis dedos. "tomo de él y disfruto de su dulzura.. y que larga vida me dé" Juan De Marco, Yo erecto de deseo, absoluto y pleno...

El último rincón.

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Me reincorpore enterrando mi sexo en ella, la que empujaba suplicando suavidad, pero embestí con fuerza hasta topar el último rincón de su alma, separando con violencia sus piernas bañadas de sudor, y me dejé caer sobre su vientre mordiendo sus labios bañados de saliva seca, arrancando y ahogando con frenesí, cada grito y gemido de su boca. Mi cuerpo batía el suyo sin piedad, hasta reventar dentro de ella liberando mi energía y mis horas de espera, para aprender de sus muslos los mil secretos que escondían, hasta caer sobre sus pechos hinchados de los que aún brotaba leche a goteos intermitentes. Finalmente tranquilizamos nuestros cuerpos entre besos y caricias dormidas de placer. Don Juan De Marco "Donde se abren los muslos de una mujer, guardarás para siempre el recuerdo en tu memoria"

El Debutante.

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Yo era tan sólo un chiquillo, el sobrino atolondrado de su adorado esposo. Cuando se acerco a mi, sentí que mis piernas temblaban. Sus manos acariciaron mi cara con suavidad, sentía como limpiaba mis deseos al roce de sus dedos, largos y suaves. Me tomó de la mano llevándome a su habitación. Al desnudarme lo hizo con ternura y cariño, dejando deslizar la ropa sobre mi cuerpo. Sus manos tibias recorrían mi cuerpo, sus dedos iban dejando la huella sobre mi piel, mis vellos se erizaban al roce. Mi sexo se erguía como un bastión, sus labios recorrían mis pechos con dulces besos mientras sus manos iban descubriendo mi cuerpo. Al quedar desnudo, sus labios fueron surcando el camino al deseo, cada pliegue de piel se abría al depurado rozar de la suya contra la mía. Hilos de saliva iban marcando cuidadosamente su recorrido, como telarañas transparentes, se tejían, queriendo atrapar mi sexo en una cárcel de seda.  Palpitante mi verga se contraía a sus caricias, sin ella haberla tocado,

Perlas y aureolas.

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Sobre mi cuerpo, a horcajadas, se podían ver sus senos tempestuosos y la caída hasta sus caderas. Ante mis ojos, desnudando su piel, su corsé, se habría tira a tira cuando sus dedos desenredaban el complicado laberinto de sujetadores, que con gran esfuerzo lograban contener los abultados senos. Las aureolas de sus pezones y sus  perlas de carne, se dejaban ver adornadas por encajes, que al soltarlo, dejó rebotando sus senos por un instante llenando un gran vacío. Los posó delicadamente sobre mis labios ofreciendo su néctar, semitransparente y blanquecino, dos gotas asomaban sobre sus puntas como perlas, los que fueron succionados por mi sedienta boca. Sus pezones eran duros como copas de mármol, oscuros y enrojecidos. Las gotas brillaban contra la luz tenue del cuarto. Bebí de ellos succionando gota tras gota, hasta liberar finos chorros que se disparaban sin dirección mojando mi cara. Tomando mi cabeza, me deslizó por su vientre, donde la suavidad de su piel acariciaba mis mejilla

"Hilos de seda".

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Sus piernas se fueron abriendo lentamente empezando a revelar sus secretos. Sus labios se hinchaban al roce de los míos, cada surco era dibujaba por mi lengua. Las gotas de sudor bajaban por su cuerpo, y eran recogidas suavemente por mis labios, como queriendo beber de sus pecados, los que brotaban uno tras otro, suplicando que me acercara a la miel de su carne. Sentí como su sexo buscaba mis labios intensamente, retorciéndose entre jadeos y gemidos.  Finalmente ante mi, brillaban sus labios vaginales despegándose con hilos sedosos, y densos hilillos de fluidos que emergían del interior. Su apretada vulva, se dilataba, dejando ver su interior, pardo rojizo y bañado de miel, los que mediante sus brillos iban liberando la pequeña cabeza de oro, que asomaba tímidamente entre los pliegues húmedos.   Mi lengua terminó se romper los hilillos que quedaban vírgenes, rodie envolviendo la cabecilla entre mis labios succionando suavemente, su cuerpo se estremecía, dejaba correr un liquid