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Humedad en su vientre.

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Ella olía a cipreses , a helechos, a humedad... su cuerpo sudaba fresco. Podía sentir su fragancia mustia, como si ,el moho el paisaje se apoderara de ella, cuando me envolvía con sus brazos... Entonces, parecía poseer toda esa fragancia que se siente al sur del mundo, perdido en la patagonia, donde la Lenga y la tierra siempre permanece mojada, donde las maderas se asomagaban descomponiéndose entre las hojas eternas y acumuladas.  Sin embargo, al acariciar su cuerpo, deslizándome por su piel, esa humedad se volvía tibia y fuerte. Ella sudaba deseo, sus piernas me ataban a sus caderas y el olor de sus piernas abiertas, me indicaba la huella que debían dejar mis besos. Su humedad lo mojaba todo, nada obligaba ni pedía, su cuerpo se dejaba amar sin condiciones, entonces apretaba sus muslos y me encadenaba a su sexo. Sus lagrimas de deseo, que aparecían de lo más profundo de la cavidad de su sexo, me encarcelaba entre las sabanas, mientras sus gemidos y jadeos se ahogaban en su ga