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Velas

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Entonces me dejé caer en su lecho, y ella como serpiente se fue enredando en mi, deslizando su ardiente cuerpo sobre mi piel... como si estuviera bañada en aceites. Mientras ella se deslizaba sobre mi, mis manos acariciaban sus tibias nalgas y mi nariz, aprovechaba sus fragancias... ese particular olor formado por deseo y sudor. hasta que por fin nuestras bocas se acomodaron para beber de cuerpos, gozar del sexo del otro, y compactarse en exquisito vaivén.... los gemidos de ambos, acallaron las olas e hicieron desaparecer el mar. Eramos sólo nosotros, bebiendo de nuestros sexos, temblando como niños, no nos conocíamos, pero sabíamos exactamente que hacer. Cada movimiento, cada caricia, cada beso,caían justo donde tenían que caer. Y luego como si fuéramos velas encendidas, nos fuimos mezclando entre aromas y sabores hasta desaparecer en el vacío.  Juan de Marco

Sometido.

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Sientes como nace entre tus manos, como una artesana modelando barro y contemplas tu obra terminada. Me vuelven loco tus caricias, suaves e intensas, debido al jabón y al agua que cae sobre mi. Quieres tenerme en tu boca, hacerme tuyo. Te arrodillas en la bañera y me posees, tus labios me besan ardorosamente. No puedo pensar en otra cosa que en tu lengua sobre mi sexo. Consigues volverme loco, dirijes mi placer. Te pertenezco. Lo engulles con tus labios, me siento desarmado, a tu antojo, en tus manos y te deseo. Juan de Marco .

Entre Jadeos

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Nuestros rostros quedaron a la misma altura, su boca buscó la mía hasta encontrarla, a la vez, movía sus caderas aferrándose contra mí. Cogió mi cabeza con fuerza pegando su frente a la mía, sentía su aliento en la cara y sus primeros gemidos, cuando comenzó a salir para volver a caer sobre mí, iniciando así un lento masaje, su cuerpo sobre el mío. Nuestra conversación se cortaba con jadeos, ella seguía dejando entrar y salir mi sexo lentamente, disfrutando el momento. Nuestras frentes seguían pegadas, su respiración y sus palabras en mi oído me derretían. El sudor lo mojaba todo, comenzó un juego que aflojaba y presionaba a su antojo. Mi mano recorrió cada milímetro de su rugosa piel, sus senos estaban duros y firmes, lo que facilitaba pequeños mordiscos que hacían que se estremeciese. Un gemido salió de su garganta, aferrándose con sus manos en la silla, se arqueo hacia atrás, haciendo que mi sexo saliera fuera del suyo.... se dejó caer suavemente nuevamente sobre él.  La atraje haci

Clemencia.

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Pedías clemencia enredada entre las colchas, suplicabas que mi boca te dejara, pero aún no era el momento. Erguido busque entre tus piernas hundiéndome hasta cortar el aire en tu garganta. Vino el silencio, tirabas de las sábanas queriendo agarrar la última bocanada , tu boca apretó los labios entre los dientes , y el gemido liberó el último grito que quedaba, tu cuerpo rebotaba sobre el colchón...mis gemidos anunciaron la explosiva saga de orgasmos , hasta caer rendido sobre tu vientre, y sin dejar de refregarte a mis caderas, fuimos cayendo en el abismo , hundidos por la distancia que nuestras mentes creaban en un singular viaje independiente al paraíso. Juan de Marco.

Ansiedad.

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Sus ojos entre cerrados, dejaban que sus pupilas titilaran a cada roce de mis dedos. Enredados entre sus vellos, aparecía el zumo del placer que sus piernas apretadas escondían, un pequeño brillo en la entrepierna que me anunciaba la espera. Desnuda en la cama y ansiosa... Los pezones se levantaban al susurro de mi aliento, a mis labios golosos de probarla. Gira, dejándome ver las suaves nalgas marcadas por los dobleces de las sábanas, y un olor aún más dulce que los otros. Me dejé envolver por su desnudéz y gocé cada instante de vigilia, cada gota que brotaba de su piel... sus senos dejaban escapar transparentes gotas de luz, sus muslo liberaban el aceite del deseo, y sus nalgas el brote de sudor. Me desnude acostándome a su lado, y dejé que su sueño me rozara la piel, hasta que sus piernas se enredaron con las mías... de ahí todo fue consecuencia de una noche de sueños. Don Juan de Marco.

La cita.

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Resbalaba entre las sabanas gimiendo a la falta de Amante. Había esperado por horas a que él llegara para tomarla entre sus brazos,  la brisa rozaba su piel, entonces, decidió entregarse a un juego de dedos empujada por la lujuria. Su deseo se hacía más intenso mientras gemía, las lágrimas corrían entre sus piernas, sus dedos iban destilando huracanes, su vientre dibujaba ondas eternas, pero no llegaba a concebir orgasmo alguno.  Una brisa entró por su ventana y ella hundió sus dedos aún más adentro, entre sus labios, y una corriente  recorrió sus entrañas. El orgasmo se dibujaba en su rostro, los dedos se ungían de néctar, mientras su espalda se azotaba contra las sábanas. Entonces sus piernas se abrieron para recoger la brisa, y un aire frío recorrió su interior. Era ella y sus dedos, a solas, en un cuerpo frío y una vulva ardiente. las lágrimas mojaron sus ojos... esa noche, él no acudiría a la cita. Juan de Marco.

Un deseo de verano.

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Ese verano algo había en sus ojos, sus palabras resultaban huecas a mis oídos. Había crecido cerca de ella, siempre sus caricias eran amorosas , y sus palabras, las que se le dicen a un niño.  Cuántos veranos habíamos pasado juntos, y año a año se repetía la historia. La deseaba, y mi sexo siempre reaccionaba al verla de frente en forma inevitable. Ese día habíamos llegado tarde, ella ya estaba acostada, y fue la única caricia que quería recibir. Miré hacia su ventana, y no pude dejar de sentir unas cosquillas bajo las telas. Podía sentir su desnudez, sus senos sueltos tras las telas, y como sus pezones se dibujaban cada vez que me veía.  Salía temprano a preparar el desayuno, se levantaba con el sol, y sus rayos iluminaban la vida en casa de mi abuela. Me escondía tras los viejos muebles siempre cubiertos por sabanas blancas al amanecer, como queriendo arrancar del polvo que empujaba la tarde. Las puertas permanecían abiertas hasta el medio día. Ella aseaba con un gran escobillón arra