La cita.

Resbalaba entre las sabanas gimiendo a la falta de Amante. Había esperado por horas a que él llegara para tomarla entre sus brazos,  la brisa rozaba su piel, entonces, decidió entregarse a un juego de dedos empujada por la lujuria.
Su deseo se hacía más intenso mientras gemía, las lágrimas corrían entre sus piernas, sus dedos iban destilando huracanes, su vientre dibujaba ondas eternas, pero no llegaba a concebir orgasmo alguno. 
Una brisa entró por su ventana y ella hundió sus dedos aún más adentro, entre sus labios, y una corriente  recorrió sus entrañas. El orgasmo se dibujaba en su rostro, los dedos se ungían de néctar, mientras su espalda se azotaba contra las sábanas. Entonces sus piernas se abrieron para recoger la brisa, y un aire frío recorrió su interior.
Era ella y sus dedos, a solas, en un cuerpo frío y una vulva ardiente. las lágrimas mojaron sus ojos... esa noche, él no acudiría a la cita.

Juan de Marco.

Comentarios

  1. Tan exxitane como conmoveedor.. el deseo ardiente y a solas.
    Que manera de describir ese instante!!! Besos

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En mi jardín el deseo no tiene límites.

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