Syrah, la caja de las fantasías.


Syrah, encuentra su blusa desabotonada, suelta la pastilla en mi lengua y percibe cómo la niebla se cuela por debajo de la falda y empieza a operar entre sus piernas. Respira entrecortadamente, suspendiendo la respiración, como si quisiera evitar el menor ruido, ofrecer la menor resistencia a la locura. 
Cuando me hablaron de caja, pensé en una mágica, llena de sensaciones y quería descubrir en cada uno de sus rincones eso, eso que la hacía una caja diferente, una que se llenaría de metáforas e historias. 
Millones de dedos fríos le bajan las medias de seda, millones de ojos son testigos de la enorme lengua de niebla que sube y baja por el cuello y la nuca cuando la abro y veo en su interior, una de la sangre blanca que se agolpa en los labios, en la lividez de un deseo diferente
Lo hacía con profundo erotismo, con esa sutil frontera entre la sugerencia y la obscenidad. La provocación de insinuarse frente a la exhibición de lo obsceno. La imaginación como aliciente de misterio. Una boca insinuante, su lengua humedeciendo sus labios, un gesto, una caricia rozando mis genitales, un escote ancho ligeramente desabrochada mostrando sus grandes senos danzantes, desnudos, impregnados de erotismo; incluso lo prohibido, el sufrimiento y aun la muerte; todo eso deseaba cuando sentía la llave girando en la chapa de esa caja de celdas mágicas..
Me derrito como cera de sagradas abejas por el calor de su boca mordiendo mis obsesiones; Divago encontrando sus rincones, luego escribo cada una de esas sensaciones cuando ya hemos consagrado esa última grada que se abre ante mis ojos, una oración al erotismo; bebiendo de su copa, comiendo de su cuerpo desligando cintas que la dejan desnuda ante mis ojos;  El erotismo de sus bordes nos imanta, nos electrocuta, de manera que tocamos sin tocar aquello que nos resulta deseado, sin pudor muerdo y libo de sus perfiles.
Sus muslos se me escapan como peces sorprendidos, llenos de lumbre, llenos de frío. Sus dedos hurgan sobre las telas; una cremallera baja accionada por sus dedos.. algunos olores de higuera impregnan sus manos escarbando entre mis pliegues, a veces muertos , a veces duros...
Las alucinaciones se agolpan en mi cabeza, nunca pensé que una caja podría ser tan mágica como la veía.  La suave tapa vestida de  seda y vívida , abría  o mejor dicho, destapaba su cuerpo jadeante sobre la mesa de jazmines. 
Aspiro entre sus piernas una prenda húmeda y al tacto endurecida. Todo se exhibe, se mueve, suave y delicadamente por mis dedos. Le desnudo el cántaro de olivos, se visibiliza y se expone; Todo queda desnudo a la inapelable luz de la transparencia, volviéndose obsceno, deseoso, agradable; Su sexo se inunda de aromas profundos, espesos... y ese olivo suelta el fruto convirtiéndolo en aceite, en sabia, en miel espesa, en zumo de orgasmo.
Ese paquete llegaba sin remitentes a mi celda. Su erotismo era al sexo, lo que la poesía al lenguaje: una expansión de seducciones y apariencias.  Su sexo, fruta de oriente era  Néctares desnudos, fragantes, jugosos, suaves a la lengua, como el vino de cepa fina, como el Syrah, empalagoso, suave al paladar , picoso a la lengua... con tintes de pimienta viva.  Entre sus piernas, hay un pozo de agua dormida, bahía donde el mar de noche aquieta, negro caballo de espuma. Cueva al pie de la montaña que esconde el buen viñedo, bocas de infierno donde se hacen las hostias vivas y sagradas…
La maravilla de sus embistes, el baile de sus caderas, incluido dolor y delirio y el sagrado gemido, que frenético, choca con las paredes; donde el arrebato místico se funde con la muerte. El olor se acentúa y el flujo se vuelve espeso, suaves rincones en los que el flujo es casi transparente, líquido, y de fragancia muy sutil.
Nunca olvidaré lo que ese arcón pulido a mano, creado por el el más grande de los artesanos, traería a mi vida ese día en que se me pedía hablar de una caja maravillosa...
La entraña  voluntad de abrir los ojos, de ver de frente lo que escondía en su tibia piel, en sus costados atados de cinta.  Y no sabría lo que ocurriría, si no supiera nada del placer, si no supiera nada del dolor , esa caja sanaría el día por el contenido lleno de misterios ocultos...
Luego todo se lleno de orgasmos, de luces estrelladas , de sombras conspicuas y juguetonas... Nuestros cuerpos sin control, nuestras venas explosadas, nuestros corazones sin latidos... el vacío y la oscuridad de nuestra mente, el silencio del éxtasis, la muerte del olvido.

Rodrigo Fúster



Comentarios

  1. Brillante muestra de prosa poética, cargada de erotismo y de sensualidad.
    Escribís como para hacer visualizar tan sugestivas escenas.
    Un gran aporte.

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En mi jardín el deseo no tiene límites.

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