Capriccio 24. (Un jueves, relato)

Una ligera corriente de aire traía un fuerte olor a madera asomagada y magnesio que se mezclaba con el del salon y el salitre del mar que venia de afuera, una extraña mezcla de aromas que hizo que me olvidase del trabajo y síguese el sonido de un destemplado violín siguiendo el corredor.
Los brazos en la silueta de Juliette se abrieron. Al hacerlo, mis ojos recorrían la forma perfecta de su espalda, su blusa traslúcida de sensualidad desnuda, se escondía hasta caer en sus nalgas.
Se podía ver perfectamente la forma de sus senos, una caída sensual curvada que terminaban en dos endurecido pezones con formas de fresas, que al poco tiempo, la sombra de los dedos envolvió por completo. La imagen del violín completaba la escena oscura al trasluz de la ventana. Al mover el arco, sus formas libres rebotaban en el aire despejando una imagen mágica y erótica.
Lo invisible me excitaba. Las cosas que no se ven, se intuyen, pueden ser eternas como aquellas curvas femeninas de luz y penumbra. Una brisa de aire movió las cortinas, sobre las que se proyectaba el talón del violín en las sombras curvadas, coronadas por el casquillo oscuro que emergía insolente, donde el lutier nunca habría imaginado lo que acariciarían las finas maderas...
Por momentos, podía oír su respiración tras las notas destempladas, mientras, al otro lado del salón, una pequeña bailarina de colorido tutú danzaba sobre sus zapatillas, como la haría una ola alcanzando la orilla del mar. La luz de otras ventanas, formaban un arco de llamas de colores sobre la silueta de las artistas. Algunas ya casi consumidas por el atardecer,  permanecían aún en pie remarcando la sensualidad de la escena, resistiéndose a ser consumidas por el fuego de la danza. Al igual que yo, que me resistía a bajar la vista donde se encontraba Juliette; podría decirse que otro tipo de fuego me estaba consumiendo, pero aun así, estaba disfrutando de aquel momento inimaginado. El reloj corría lento sin marcar el tiempo. Las notas escritas en el pentagrama, caían haciendo sangrar los 24 Capriccios que Juliette interpretaba.
Una brisa trajo el aire caliente de aquella hoguera de sensaciones y recorrió hasta la ultima vertebra de mi espalda, nada se movía en el salón, solo las flores de las margaritas sobre la mesa en un rincón, volvieron a moverse, pero sus tallos se mostraban firmes y tensos. La misma brisa hacia que la sombra de la falda de Juliette subiese por sus piernas, dibujando sobre la piel todo tipo de sensuales figuras.
Noté que mi camisa se pegaba a mi cuerpo, el calor húmedo del atardecer, ayudado por la humedad desprendían las hogueras que me consumían. Solo la proximidad del mar y alguna brisa perdida refrescaban de vez en cuando el ambiente.
– Empieza a hacer mucho calor.- susurro Juliette
– Sí, tengo la camisa empapada.-Le respondí a su silueta traslucida por las ventanas.
Como todas las sombras, carecía de rostro, aun así, desprendía una carga brutal de erotismo, y también, como las demás sombras convergían en contacto con el cuerpo que las proyectaba. Sus piernas desnudas dentro de las sandalias marrón que cubrían su empeine, sujetaron la falda que se deslizaba seductora, mientras se mostraba desnuda.
– Pues quítatela y ven aquí.
Estaba de pie, conservaba únicamente unas bragas de color negro que cortaba su silueta, en el suelo estaban la blusa y la falda, que previamente, habían formado parte del espectáculo de sombras que había visto. Me acerque a ella cuando el compás del violín interpretaba el capriccio 24 de Nicolo, mientras la pequeña bailarina danzaba a nuestro alrededor.
La sensación de sus labios resbalando por la zona más sensible de mi sexo, hizo que presionase mi espalda, que se arqueara contra el respaldo que me servía de apoyo. Sus astillas se clavaban en mi espalda, mientras sus manos hurgaban el tronco entre mis piernas. Su boca abandonaba lo que la había mantenido ocupada y siguió subiendo por mi vientre hasta que nuestros rostros se juntaron entre la penumbra de las sombras y algún rayo de luz que se colaba por la ventana.
Su mano alcanzo mi sexo muy despacio, lo fue acercando al suyo, justo cuando nuestras miradas se cruzaron y se lo introdujo dejando escapar un gemido. Otra vez el penetrante olor a magnesio, se metía en mi nariz, pero esta vez mezclado con el sudor de nuestros cuerpos, cada vez más húmedos por el deseo y la excitación.
Con movimiento suave, entraba y salía de su sexo sin presión. La brisa del mar comenzó a soplar suavemente, aquellas corrientes de aire llenaban nuestros pulmones de aire fresco y nos daba las fuerzas para seguir con movimientos lentos y suaves en la penumbra del salón, despacio, sin prisas.
Una ola más fuerte rompió contra nuestras siluetas. Sus gotas de sudor tibio, corrieron por mi cara y empaparon su espalda, su cuerpo reaccionó a las embestidas apretándose con fuerza contra mí. Sus senos empapados por el sudor mojaron mi piel, la humedad de ambos facilitaba que el cuerpo de Juliette se deslizase sobre el mío, como dos piezas engranadas. Durante unos segundos, ayudados por un fugaz haz de luz, nuestras miradas se cruzaron; sus ojos se clavaron en los míos, después su lengua recogió una a una las gotas que descendían por mi rostro hasta llegar a mis labios. 
Agrietados ardieron por el contacto de la sal, hasta que el húmedo roce de su lengua los templó, entretanto su sexo, se contraía, notando la presión de su vagina cerrándose sobre mi miembro cuando la penetraba y sus uñas se clavaron en mis hombros, buscando apoyo para tensar más su cuerpo sin que me saliese de dentro.
Muy a lo lejos se podían oír los allegros  y capriccios de su violín, que seguían sonando como si lo  hiciera sonar los dedos del Diablo.. Un caudal de agua tibia corrió por su carne morena, hasta llegar dónde nuestros sexos se unían. El tibio líquido empapó el vello de nuestros sexos y mis manos sintieron, como la piel de sus nalgas, se erizaban por el deseo y el contraste de temperaturas. La atraje hacia mí. Volví a sentir la suavidad de su piel y la acerqué más y la besé. Así permanecimos detenidos en el tiempo.
Su aliento caliente se mezclaba con la brisa que entraba por las ventanas, el mismo que de vez en cuando, movía las sombras sobre su rostro y permitía que nuestras miradas se cruzaran. Al hacerlo, vi en sus ojos el orgasmo; ella debió ver lo mismo en los míos; entonces, apretó sus nalgas fuertemente y yo la elevé ligeramente para acelerar mis movimientos. Juliette clavó sus uñas en mis carnes, entre el dolor y mi deseo,aguanté sin dejar de penetrarla, mientras de su garganta salía un orgasmo, como del cañón de una pistola, la bala. 
El ritmo de su respiración fue  descendiendo, hasta que de nuevo la calma de la tarde se apoderó del momento; arriba, a lo lejos se oía el murmullo de una voz completamente ajena a lo que estaba sucediendo, la bailarina se despedía y salió por la puerta del salón. Encendimos unos cigarrillos y nos dejamos llevar por el éxtasis que las brisas de París nos provocaba.

Juan De  Marco.

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    Comentarios

    1. Siempre fiel a tu temática, veo los elementos reescatados del collage propuesto e interpretado con dedicación y gusto. Muchas gracias por sumarte a esta propuesta juevera, Rodrigo. Un abrazo

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    2. Tremenda aparición de cada uno de los objetos sugeridos en este erótico relato! Parecía imposible al principio, un relato impresionante! Un abrazo!

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    3. Has hecho un buen relato con cada uno de los elementos del collage... Como siempre tu toque personal es innato . Un abrazo.

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    4. El erotismo corre por tus venas, ese derrame en los labios e unión en las pieles
      empapadas...
      Puntean los dedos provacando el orgasmo, como el solo de un violín
      y es que las cuerdas las eriza, quien sabe realmente tocarlas

      Y tú en tu relato alzaste esas armonías al punto mas álgido.

      Te felicito, me ha encantado y así tu blog... aquí todo arde.

      Un abrazo

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    5. El erotismo a flor de piel, siempre tan excitante, y esta vez incluyendo los componentes del collage. Bravo, poeta.

      Un abrazo.

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    6. Un relato lleno de sensualidad, con las palabras del collage elegido muy bien integradas. Un gusto leerlo. Un abrazo.

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    7. Canela en rama del erotismo y no te has dejado ningún elemento del collage. Aplausos y besos.

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    8. El collage casa muy bien con la delicadeza del erotismo de tú relato, un placer leerte, gracias.
      Saludos.

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    9. Le has sacado punta a cada elemento, cincelados con la erótica y sensualmente explícita pluma que siempre te inspira. Además, hilvanados con poesía.
      Un beso enorme 😚

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    10. Una vez más el erotismo y la sensualidad los has invitado con tu relato a nuestros jueves.
      Maravillosa puesta en escena que nos pone en situación mucho antes que el concierto empiece.
      Maravoilloso

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    11. siempre una nota de calor en un mundo de malas noticias constantes es de agradecer

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    12. Es difícil de anticipar que con esos elementos realices un texto con la temática erótica que llevaste adelante; lo has hecho de excelente manera!
      Saludos!

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    En mi jardín el deseo no tiene límites.

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