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" Amante Nómade"

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" Los secretos de la carne trémula, se escondía en los labios del beduino, aquel que después de recorrer en oscuras ropas el desierto con su rostro envuelto en sedas, abría la puerta sin hacer ruido,se acercaba al cuerpo desnudo de Andrea y suavemente mientras dormía, levantaba las telas que abrigaban su cuerpo, hasta dejar los senos de ella a la vista. Mojaba sus dedos con sus labios, y los pasaba suavemente sobre los alicaídos pezones dormidos rodeando las aureolas sonrosadas y lila intenso, el pezón emergía de sus carnes, dibujando rugosos granos. Ella trataba de cubrirlos, pero los diestros dedos del moro, se deslizaban entre sus senos recorriendo su piel que dejaba escapar pequeñas gotas de sudor tan trans parentes como el hielo, rodeaba el profundo ombligo que dividía su cuerpo entre el amor y el placer,hasta que se escabullía entre los vellos rizados de Andrea, quien empezaba a separar sus labios para esgrimir gemidos incontrolables de deseo, mientras su cuerpo se remecía

" La espera"

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"Esa ansiada espera que te va mojando por dentro, que va disparando tus pezones hasta alcanzar la dureza plena, que hace de agua mis labios mientras te imaginan desnuda parada en el portal. Ahí , abrigada por la luz que se cuela entre las rendijas de la vieja puerta, aquella que el sol se va comiendo al pasar de los años.... tus piernas tiemblan mientras tus dedos buscan liberar la pasión contenida entre esos pliegues que exudan un aroma intenso, mientras por tus muslos corre el testigo del deseo, ser alcanzada por dedos salvajes, que no dudaran en abrir tus labios vaginales para untarse de miel crisálida, espesa y profunda arrancada de tus entrañas por la pasión oculta del beduino que desnudo golpeará tu puerta para hacerte suyo, allá lejos quedaran las arenas muertas y doradas del desierto que alguna vez abrigó la soledad..." Don Juan de Marco

Néctares...

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" y suavemente pose mis labios sobre la crisálida y babeante flor que despertaba entre sus piernas, sus labios vaginales eran tan suaves como los pétalos de una rosa abierta. Punto por punto fui marcando cada brote de piel que se abria a mis besos... esencia que me transportaba al infinito, y aunque el boton se cerraba ... ante mis embestidas, finalmente se abrió para entregarme el polen lujurioso que su sexo liberaba, mi boca y mi nariz empapadas por los aromas y gustos que despedía...sus caderas se quebraban y sus piernas finalmente quedaron abiertas y entregadas al placer de la agonía... y desapareció entre sus gemidos, hasta acabar tirada entre las sábanas de raso verde. Me empine para entrar suavemente entre sus piernas mientras temblaban y al verla temblar bajo mis caderas,empujé con fuerza hasta alcanzar el fondo de su placer, la pequeña muerte la lacanzó y supo lo que era el goze de ser saboreada por un hombre con deseo infinito." Don Juan De Marco.

Ledeska y sus placeres..

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"Sentí como tus piernas temblaban cuando mi manos las separaban, sentí palpitar tu sexo cuando mis labios se acercaban, apenas rozando la delicadeza de la nuez partida que dejaba escapar su jugoso fruto pequeño endurecido, y luego ese gusanito de seda que brotaba ente tus labios vaginales, endurecido y mojado, Hinchado en sangre y temblando a cada roce de mi lengua hambrienta de probar tu sabor, y de una nariz que quería guardar para siempre esa fragancia que expelía al mojarse. Luego tu vientre levantado en oleadas de deseo y un corazón que no dejaba de palpitar al ritmo de mis roces, y u pequeño gemido que demostraba que agonizabas entre mis labios... hasta que soltaste en caudales todo ese jugo que empapo mi rostro regalándome todo lo que guardabas dentro... temblaste por mucho tiempo mientras te deshacías en mi boca, entonces empinado sobre tu cuerpo te penetre hasta escuchar tus gritos de placer y lujuria... y así, cerrando tus piernas y envuelta como un caracol te quedaste

El sueño anciado.

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Como un alma errante, siempre buscando provocar en aquellos cuerpos sus deseos y sueños más profundos. Dicen que soy la imagen del deseo y las palabras del éxtasis , pero sólo soy un alma en permanente deseo y entrando no sólo en el alma de una mujer . Después, todos sus sueños me pertenecen, busco entre mis enigmas la imagen perfecta, pues en cada una hay algo que las hace temblar, y un beso para dar. Don Juan De Marco.

Sexo sobre las arenas...

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"Claudia gemía estirada en las arenas del desierto, ella sabía que las manos del moro le recorrían bajo el vestido de gaza que ese día la vestía en harapos... perdida en el desierto que se había propuesto conocer a fondo y en el cual se había perdido atraída por las pieles morenas quemadas por el sol. El moro la fue desvistiendo con delicadeza, mientras dejaba caer a gotas el agua de su cantimplora sobre sus labios. Los dedos del moro iban despegando las telas roídas por el salvaje paisaje que quemaba la piel de claudia y la hacían arder en deseo a los roces de las delicadas, pero fuertes, manos callosas del beduino. Los labios del ladrón de la arena le fueron robando besos hechiceros de su piel, sus senos ya desnudos se disparaban en deseo erigiendo los pezones blandos y secos, que al roce de los dedos del moro, goteaban ambrosía viscosa y cristalina a la vez volviéndolos a la vida, anunciando que su cuerpo no se opondría a nada que él hiciera... ella sentía como la nariz del

Las caderas del Moro...

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" Con el rostro cubierto por el sudado pañuelo, dejó que sus mantos cayeran a la arena.. denudo frente a la mujer, que perdida en el desierto no dejaba de preguntarse por qué un hombre tan moreno le seducía sin siquiera imaginar su rostro...pero su cuerpo desnudo prendía en deseo al verlo a sexo desnudo y pechos cubiertos de vellos rizados tan negros como la noche, unos pulmones que no dejaban tranquilo esos pechos donde las gotas de sudor corrían por las tetillas saladas que apagaban la sed. A besos fue bebiendo del sudor del beduino, mientras este se contoneaba de deseo y dejaba escurrir sus manos bajo las faldas de aquella turista, que no pensaba en nada más, que descubrir, a que sabía el cuerpo salvaje, de aquel extraño amante, surgido de las arenas candentes del abandonado desierto que le escondía a los ojos de las mujeres, que en esas arenas se perdían. Esos ojos negros que no dejaban de mirarla fijamente a los ojos...las calientes manos del beduino, sabían cómo excitar