Sexo sobre las arenas...
"Claudia gemía estirada en las arenas del desierto, ella sabía que las manos del moro le recorrían bajo el vestido de gaza que ese día la vestía en harapos... perdida en el desierto que se había propuesto conocer a fondo y en el cual se había perdido atraída por las pieles morenas quemadas por el sol.
El moro la fue desvistiendo con delicadeza, mientras dejaba caer a gotas el agua de su cantimplora sobre sus labios.
Los dedos del moro iban despegando las telas roídas por el salvaje paisaje que quemaba la piel de claudia y la hacían arder en deseo a los roces de las delicadas, pero fuertes, manos callosas del beduino. Los labios del ladrón de la arena le fueron robando besos hechiceros de su piel, sus senos ya desnudos se disparaban en deseo erigiendo los pezones blandos y secos, que al roce de los dedos del moro, goteaban ambrosía viscosa y cristalina a la vez volviéndolos a la vida, anunciando que su cuerpo no se opondría a nada que él hiciera... ella sentía como la nariz del moro le iba recorriendo a centímetros cada recodo de su piel. De pronto lo sintió tan cerca de su sexo, que dejó que sus piernas se abrieran para dejar paso a los rústicos labios del hombre que vestía el negro con hidalguía cabalgando día a día las arenas del desierto árido que les envolvía. La tibieza de la lengua del beduino sobre sus labios vaginales, fueron venciendo cualquier barrera u oposición que en ella surgiera. Estaba entregada al placer y medio moribunda de recorrer las arenas, pero su cuerpo respondía con contracciones a cada caricia. El punto frágil que separaba escondido entre los pliegues fue floreciendo a las caricias del moro quién no dejaba de lamer con delicadeza cada rincón humedecido, empalagoso y hambriento de sexo. Esos labios que no se detenían para socorrerle, sino que para violar sus debilidades tendida en la arena. Ella lo disfrutaba como si fuera su primera y última vez. Uno de los gruesos dedos del fantasma de las arenas, se introdujo probando su dilatación, y le tocó el punto más sensible que habría en una mujer y que ella no conocía hasta ese instante, mientras la boca del beduino le tragaba por sus nalgas agotadas por el deseo, ese rugoso punto en su interior que luego de suaves toques, le iban instando a explotar por dentro, que la prendían y aunque se sentía vejada, lo disfrutaba plenamente.Su cuerpo se fue llenando de sensaciones,sus caderas se dejaban vencer sin oponer resistencia, y su cabeza se convertía en un laberinto de pensamientos.Por ratos volvía a la calma, pero bastaba el ligero cambio de giro del dedo del beduino en su interior, para volverla a trastornar gimiendo a gritos, y dislocando su vientre en contracciones que le hacían más salvaje a las sensaciones que experimentaba, hasta que una sensación única se apoderó de su cuerpo naciendo del rincón más imperceptible de la razón y cuando se disponía a explotar, sin ver aún el rostro del moro, sintió que él se clavaba en su interior produciendo exquisitos temblores en su cuerpo, y prendida en deseo dejó escapar el más caliente de los gemidos que nacía de su interior, dejando que su cuerpo se deshiciera por dentro en lamentos paralizando su corazón, para dejarse ir y volar sobre las arenas calientes, hasta que ella sintió que se desvanecía, mientras el moro la llenaba por dentro de delicados manjares que se derramaban hidratándole por dentro. Su cuerpo seguía temblando a cualquier roce del moreno, cuando el trataba de vestirla explotando una y otra vez sin control.... jamás había sentido tal sensación en su vida... luego sus ojos se cerraron... Algunos días después despertó entre cojines,rodeada de rostros que jamás había visto, y una mujer que le sonreía hablando de una forma extraña, pero aunque le buscó entre las carpas, nunca supo que fue de él."
El moro la fue desvistiendo con delicadeza, mientras dejaba caer a gotas el agua de su cantimplora sobre sus labios.
Los dedos del moro iban despegando las telas roídas por el salvaje paisaje que quemaba la piel de claudia y la hacían arder en deseo a los roces de las delicadas, pero fuertes, manos callosas del beduino. Los labios del ladrón de la arena le fueron robando besos hechiceros de su piel, sus senos ya desnudos se disparaban en deseo erigiendo los pezones blandos y secos, que al roce de los dedos del moro, goteaban ambrosía viscosa y cristalina a la vez volviéndolos a la vida, anunciando que su cuerpo no se opondría a nada que él hiciera... ella sentía como la nariz del moro le iba recorriendo a centímetros cada recodo de su piel. De pronto lo sintió tan cerca de su sexo, que dejó que sus piernas se abrieran para dejar paso a los rústicos labios del hombre que vestía el negro con hidalguía cabalgando día a día las arenas del desierto árido que les envolvía. La tibieza de la lengua del beduino sobre sus labios vaginales, fueron venciendo cualquier barrera u oposición que en ella surgiera. Estaba entregada al placer y medio moribunda de recorrer las arenas, pero su cuerpo respondía con contracciones a cada caricia. El punto frágil que separaba escondido entre los pliegues fue floreciendo a las caricias del moro quién no dejaba de lamer con delicadeza cada rincón humedecido, empalagoso y hambriento de sexo. Esos labios que no se detenían para socorrerle, sino que para violar sus debilidades tendida en la arena. Ella lo disfrutaba como si fuera su primera y última vez. Uno de los gruesos dedos del fantasma de las arenas, se introdujo probando su dilatación, y le tocó el punto más sensible que habría en una mujer y que ella no conocía hasta ese instante, mientras la boca del beduino le tragaba por sus nalgas agotadas por el deseo, ese rugoso punto en su interior que luego de suaves toques, le iban instando a explotar por dentro, que la prendían y aunque se sentía vejada, lo disfrutaba plenamente.Su cuerpo se fue llenando de sensaciones,sus caderas se dejaban vencer sin oponer resistencia, y su cabeza se convertía en un laberinto de pensamientos.Por ratos volvía a la calma, pero bastaba el ligero cambio de giro del dedo del beduino en su interior, para volverla a trastornar gimiendo a gritos, y dislocando su vientre en contracciones que le hacían más salvaje a las sensaciones que experimentaba, hasta que una sensación única se apoderó de su cuerpo naciendo del rincón más imperceptible de la razón y cuando se disponía a explotar, sin ver aún el rostro del moro, sintió que él se clavaba en su interior produciendo exquisitos temblores en su cuerpo, y prendida en deseo dejó escapar el más caliente de los gemidos que nacía de su interior, dejando que su cuerpo se deshiciera por dentro en lamentos paralizando su corazón, para dejarse ir y volar sobre las arenas calientes, hasta que ella sintió que se desvanecía, mientras el moro la llenaba por dentro de delicados manjares que se derramaban hidratándole por dentro. Su cuerpo seguía temblando a cualquier roce del moreno, cuando el trataba de vestirla explotando una y otra vez sin control.... jamás había sentido tal sensación en su vida... luego sus ojos se cerraron... Algunos días después despertó entre cojines,rodeada de rostros que jamás había visto, y una mujer que le sonreía hablando de una forma extraña, pero aunque le buscó entre las carpas, nunca supo que fue de él."
Don Juan De Marco.
Al menos le quedaron los recuerdos de esa entrega en esa cálida arena, donde dejaron aflorar sus más ardientes deseos..
ResponderEliminarMe gustó muchísimo la manera de describir cada momento..
Besos muy dulces y feliz finde
Me gustaría morir de placer en esa arena por unos instantes, aunque no volviese a ver al amante....Mas vale UNA VEZ QUE NUNCA JAMÁS.
ResponderEliminarBESO