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Extraños...

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Me miraba con unos ojos asustados he inquietos... mis pasos lentos sólo resaltaban bajo mi pantalón un alborotado sexo...hasta que posó  sus manos con impecable destreza y con un ligero apretón, susurró palabras de agradecimiento a quien me había traído hasta ella. Abrió lentamente la cremallera, y sacándolo de entre las telas, sus dedos lo recorrieron suavemente, como dibujándolo en su memoria... me acerque aún más a ella, y la dejé acariciar todo, sus manos eran verdaderos pinceles recorriendo mi sexo  erecto  frente a sus ojos. Mis rodillas se doblaban, tras cada roce de su boca, y mi corazón se apretaba dentro asfixiando mis pensamientos... Entonces me dejé caer en su lecho, Ella como serpiente se fue enredando en mi, deslizando su ardiente cuerpo sobre mi piel... como si estuviera bañada en aceites. Mientras ella se deslizaba, mis manos acariciaban sus tibias nalgas y mi nariz, aprovechaba sus fragancias... ese particular olor formado por deseo y sudor. hasta que por fin nue

De niña a mujer.

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...Abrió sus piernas, dejando resbalar la punta de su lengua, entre las carnes agitadas, recorriendo, desde la base de la húmeda caverna del amor, entre las carnes trémulas, hasta la rozada y suave cabecilla que era ahorcada por labios llenos de deseo, creando convulsiones en el vientre de la primeriza, haciendo temblar el frenillo en delicioso compás. Mientras por la comisura de los labios corría lascíba y cálida, la sed de conocer la vid del deseo que generaba el fuego interior.  La lengua , volvía a bajar por el mismo sendero... encendiéndola cada vez más y haciendo desaparecer a la niña. Su sexo se iba dilatando, dejando chorrear el viscoso deseo. Las manos no tocaban ni un pelo del cuerpo, sin embargo, su lengua la hacía fallecer entre súplicas pidiendo de una vez, ser poseída, y volvía hasta el clítoris de la princesa, para golpetear en apasionados compases la carne débil que emergía entre sus pliegues, dejando caer la cálida saliva en la encendida y rozada cabecilla, tornan

Betsabe, la flor gitana.

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"Betsabe, más decidida que nunca, abría sus piernas para exhibir sus muslos que iban a terminar en su rosado sexo, sus manos acariciaban su propia piel y sin despegar sus ojos de Marco, subía cuidadosamente sus faldas para dejarse ver. Sus labios vaginales brillaban al sol, donde cada rayo se reflejaba sobre la humedad que escapaba entre sus piernas. Las abría y cerraba, mientras su vientre temblaba, para expulsar su dulzona fragancia, revoloteaban inquietas cuando sus dedos apenas se acercaban. Marco alzó su vista, el cuerpo de la gitana se estremeció, y sin control empezó a temblar desde su interior. Sin hacer mueca visible, fijó la vista en la piel de cobalto que mostraba Betsabe entregada al roce de sus dedos. Marco, apretando sus dientes y mordiendo sus labios, se acercó a las piernas de la gitana, y sin decir nada, las separó con sus fuertes manos, dejando que su rostro se hundiera entre los muslos de aquella excitada ilusionista llena de deseo, para dejar que sus mejil

Cartas de Dulcinea... De "bello presagio" 16 de junio de 2009.

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Bendita maldición que me hace suspirar cuando te siento cerca, tan cerca de mi pero tan lejos. Sé que me deseas al igual como yo lo hago y seré eternamente tuya aqui en este espacio, siendo tu cielo, siendo tu dia de luz, tu claridad y ese oasis q necesitas. Seré siempre tu amante, la de los gemidos, la chica que sueña contigo, la chica que corre al baño cada vez que el deseo la hace recordarte, la chica del bar, la chica del tango, tu fantasia en rojo Ayanay... Conoces mi piel mejor que cualquier otro, conocer mi deseo... Bebe de mi cuantas veces quieras y perdamosnos en ese olor a sexo, a pasión, quiero tu sabor y mi sabor en mi boca, quiero tus dedos en mis labios mientras mi vientre aún se mueva contigo dentro. Es imposible para mi no amarte, lo sabes, me gusta sentirme viva!!! me gusta, te amo y por eso te dejo libre amor, no puedo encarcelarte, perderias tu belleza y dejarias de ser mi Quijote adorado y yo dejaria de ser tu Dulcinea, dejarias de ser Mi Don Jua

El juego de los Cisnes.

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Al entrar en la habitación, sentí el vapor del baño inundándolo todo, acababa de bañarse y estaba acostada boca abajo en la cama, y enredada entre las sabanas desnuda, la mirada perdida en la luz que entraba por la ventana mirando hacia la cabecera de la cama, me daba la espalda y en consecuencia no podía ver sus ojos. Acostumbraba masturbarse cuando estaba a solas. Entonces me pidió que le levantara un poco la cola y pusiera una almohada de plumas bastante abultada a la altura de su pelvis y que me sentara en el sitial a los pies de la cama, que no la detuviera, que le excitaba que le mirara. Sabía bien lo que tenía que hacer. Con el culo un poco arriba paso su mano por debajo del vientre hasta que sus dedos alcanzaron la fuente del deseo.Metió su mano entre las piernas e introdujo sus dedos suavemente en su sexo, como le hace el cuello de un cisne al hundirlo en las aguas para alimentarse. Acariciaba suavemente sus labios vaginales agitando su piel , exactamente como el cisne la

Hazme morir... (La última noche con Medea).

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"Sólo sentí sus gemidos entre los vibradores, cuando entre, ella estaba agazapada y con sus manos atrapadas entre sus piernas, la vi temblar y quebrarse entre jadeos, chasquear su deseo. Agitada, gritaba entre dientes, ven aquí, aprovecha la humedad de mi cuerpo, la sabia que corre entre mis piernas, ven, desnúdate sin pudor, déjame verte mientras lo veo crecer, calmará mi noche. Hazme, morir. Sus nalgas y senos se movían al compás de una danza salvaje, eran retorcidos por sus propias manos. El calor entre piernas, sus dedos no dejaban de entrar y calar profundo mientras yo me desnudaba para ella.Cuando lo estuve completamente, me acerqué a ella y sin palabras de buena crianza, sólo abrió sus piernas y pidió que la devorara... fue ahí donde descubrí que entre sus manos, el consolador de particular color, salía de dentro de ella, para entregarlo mojado, y listo para ser usado en cualquier momento.... no necesitaba nada, ya estaba temblando antes que mi lengua siquiera la roz

Tarde de Sabado, horas extras.

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Ardiendo y completamente desnudos, corrimos de la mano hacia la oficina y despejando el escritorio salvajemente me empujó dejándome caer. Tras un breve juego de poderes, separó mis rodillas dejando mi sexo a su entera disposición. Lo miraba reprimiéndose, mientras sus pulgares acariciaban suavemente mis testículos. Jadeando me relajé, a sabiendas de que iba a hacerme el inolvidable fellatio que insistentemente había prometido durante nuestras conversaciones seductoras en el pasillo de la oficina. Sujetó mis muslos abriéndolos. Cada vez que gemía jadeante, me mordía suavemente. Se acercaba al tronco, noté su lengua titilar febrilmente sobre el glande… La corrida era inminente. Tras los espasmos, apreté mis labios para no alertarle sumido en el más intenso de los placeres. Ella frenó momentáneamente, pero no despegó sus labios, lo presentía tras mi silencio, y dejé que mi naturaleza actuara. Tuve que apartar su cabeza porque, mientras recuperaba el aire, ella volvía a lamerme com