Humedales.
Ese día no se haría aseo en la casa, ni comida, ese día no se haría nada. El niño de la casa estaba enfermo y con fiebre y sería la prioridad. Llegó temprano y mis padres se fueron al trabajo. Poco después vendría ella a tomar la fiebre del niño que a ese momento marcaba 38°. Puso el termómetro entre las juveniles nalgas, y mientras esperaba, una mano entró por debajo de su falda, al sentir la tibieza y el juego de esos dedos, apretó inconscientemente sus piernas mientras temblaba.
Entregada al juego bajo su rostro para besar y acariciar delicadamente las turgentes nalgas, murmurando casi silente, lo mucho que le gustaban.
De los cuidados, fue de la curiosidad al deseo. Después de besar delicadamente mi espalda subiendo hasta mi cuello, se acercó a mi oído sugiriendo lo que deseaba; voltee para complacerla y sin yo hacer nada, envolvió con sus suaves dedos el tronco que allí se levantaba.
- mi niño ya es un hombre, y que suavidad y delicadeza hay en tus dedos.-
Acercó su boca a la mía , mientras yo rechazaba un beso
- yo te voy a enseñar los secretos- Desnudándose por completo, se paró frente a la cama para que prestara atención a cada rincón, al volumen exagerado de sus senos, a las onduladas cadenciosas formas y al cerco que ocultaba la perla más brillante y roja que había visto. Posó sus manos sobre mi cara con delicada caricias, y bajó disfrutando de las formas que habían tomado; Un cuerpo joven y Lozano, que desde hacía un largo tiempo deseaba.
Sólo dediqué mi tiempo a disfrutar de sus caderas, de su vientre, de sus senos , de sus nalgas... y del cubierto monte de vellos que escondía, todas mis pesadillas, mis sueños húmedos, mis chaquetas auto placenteras, imaginandola días atrás, hasta que la fiebre calentó mi cabeza.
Hoy era distinto, estaba ahí, desnuda, excitada, gimiendo entre palabras mientras se tocaba y me tocaba. Levantó su cuerpo y su pierna y fue a dar al otro lado de mi cabeza, mientras se dejaba caer sobre mi boca moviendo suavemente su sexo sobre mis labios. Con el dedo índice dirigió mi cabeza, mientras el dedo medio levantaba la rendija hasta dejar el punto, la perla de su cabecilla alborotada, justo donde ella quería y sin decir nada, lo hundió para que lo lamiera, chupeteara y extrajera toda la humedad que de ahí escapaba endulzando mi boca con néctares que no habría imaginado, mientras la otra mano alcanzaba mi sexo, para agitarlo y moverlo suavemente, hasta verlo completamente erecto, disfrutando de su venosa forma y juvenil erectud.
Los prejuicios a esas alturas se convertían en placeres, y los juegos a escondidas, realidades. Gimiendo y jadeando se entregó a su peso, hasta llegar al primer orgasmo, mojando mi boca sin pudor ni consideración hasta azotar mi cabeza contra la almohada, y cayó rendida sobre mi pecho sin dejar de deslizarse hasta atrapar mi sándalo humedecido, por lo que acababa de pasar, y goteando el anunciado fin, me correría. No dejó de libar con su lengua sobre la erecta carne que pulsaba, succionando y sorbiendo entre estertores todo lo que escapaba dentro, mientras me retorcía sujetado a la almohada y ella agarrándose de mis pechos, llenandolos de arañazos.
No se detuvo hasta la última gota, y jadeante de risa se montó sobre mis caderas disfrutando de las cualidades juveniles que apenas estaba descubriendo, sin perder segundo ni erección en cada orgasmo.
No hice nada, no haría nada, ni ella tampoco. No había límite ese día, lo pasaríamos solos, descubriéndose cada uno de sus secretos, y deseos pecaminosos. Yo sólo contaba con 14 años recién cumplidos y no había nada que impidiera que mi codiciada energía se apagara.
El arte de no hacer nada, se convirtió de prejuicios a placeres, y esa tarde, bebió de mi cien veces, y yo de ella todas las que pedía.
Esa tarde, sin dudas no ha sido una tarde de no hacer nada, sino una tarde de placeres absolutos y no tengo dudas que con esa terapia al niño se le quitó la fiebre.
ResponderEliminarSaludos.
PATRICIA F.
Se le quitó, pero cada vez que nos quedábamos solos, volvía.
EliminarMe pregunto si eso disminuyó la fiebre o la aumentó.
ResponderEliminarSospecho que al protaganista no le importó.
Saludos.
Se le quitó, pero se repitió muchas veces el cuadro, se volvió crónico
EliminarJajaja Con fiebres así uno si que la pasa bien! Seguro ha llegado a altas temperaturas ese chico! Besos por ahí!!!
ResponderEliminarOjalá todas las fiebres se apagarán de igual manera
ResponderEliminarFantàstico relato del dulce far niente.
Dolce far niente...un pecador y una pecadora
ResponderEliminarCuando te digo que te amo, cuando me miro en tus ojos y me lleno de dulzor, cuando al rozar tu mano yo siento tu calor...No puede mentir mi cuerpo no puede mentir mi corazón …Por que no son solo palabras...Esto es deseo.,esto es amor
ResponderEliminarTe extraño en mi cama, entre mis piernas en mi beso
Vuelve...
Una tarde que o se le quitó la fiebre o acabó en el hospital.
ResponderEliminarY eso estando enfermo, con 38 grados de fiebre. Ni nos imaginamos cuando esté en plena forma...
ResponderEliminar¡Y aquí con estos calores! No tienes perdón.
ResponderEliminarDigamos que el niño ya no era tan niño, y eso de dejarse meter el termómetro por las partes nobles... ya es un indicativo de que algo ahí se cocía, y nunca mejor dicho.
Como siempre, con 40 años, el niño siempre será el niño.
Un estupendo relato de una experiencia que, convencida estoy, de que no ha sido la primera vez por mucho que pudiera parecerlo.
Mil gracias por sumarte a la convocatoria de esta semana. Por partida cuádruple. Voy al segundo.
Besos.
Se ve que lo pasaron bien jejeje un abrazo
ResponderEliminar