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Cuento del coral .

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"...Y sus dedos conectaran con sus pensamientos, se hundieron en la arena despertando espíritus que se sentían dormidos. El tiempo se perdió entre las caricias, el mar se hizo más profundo hasta alcanzar los corales que corrían por su piel . No hubo tiempo de detener las corrientes que le movían hasta caer en el abismo más profundo, su propio abismo, sin recuerdos ni fondo. hasta que le envolvieron las algas que traía la corriente , sin darle tiempo a pensar. Las corrientes marinas se la llevaron al fondo quedando sólo su respiración agitada y su piel salada." Cuánto escarbaría para entrar en el más oscuro de tus deseos, no lo sé, pero lo ansío. Tu entre las sedas, mi alma entre tus piernas, mi boca húmeda por tu deseo. Mis ojos cerrados dejándose llevar por la marea. Juan de Marco. a la mujer de negro.

Húmedamente Celestial. (Relato de jueves)

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"Ella recordaba a solas ese instante que había vivido alguna vez entre mis labios, cuando sintió mi boca entre sus piernas. Un caramelo que se disolvía entre mis labios, mientras dentro de su sexo, brotaba el néctar más exquisito que jamás había probado. Cada una de mis recordadas embestidas, la convertía en el más delicioso y suave caramelo, jugoso e intenso ... Ella gemía en silencio, dejándose llevar por unos labios ansiosos de beberla, un recuerdo que en espiral, llenaba sus pensamientos . Mientras recordaba; los jugos más dulces recorrían su profunda humedad, alcanzando con sus dedos los labios suaves que suplicaban por volver a ser embestidos por mi boca hambrienta. Fluían en la mojada carne que los envolvía, hasta apagarse como una llama, jadeando entre los cuatro muros que hacían de cómplices, sin que nadie más allá de las paredes pudiera imaginar lo que en su mente dibujaba. Mientras afuera, en la calle, se escuchaban las voces de los mercaderes que anunciaban la frescura

Ansiedad, tiempo de espera.

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  Aunque tengo que reconocer que hace mucho que no le como el coño. Y no es porque no me guste, no, sino por pereza. Mucho más cómodo es que ella me haga un oral y luego se monte. Recreándome en la imagen, por un momento me siento tentado a dejar hacer, dejar que ella se encargue, pero pienso sobre las consecuencias y… ¿Quién me asegura que ella no acabara sustituyéndome por una maquinita ?. Debo evitarlo, el juguetito podría ser un enemigo. Hay que atacar antes de que se armen, para pillarles con las bragas abajo. Aunque no es una cuestión de atacar como un loco, sino de atacar para vencer. ¿Con qué? Con una comida de coño memorable que dejara al juguete ese, a la altura de un maní, pero ¿cómo conseguirlo? La respuesta me la dá, la técnica del vacío. Puedes chupar solo uno de sus labios vaginales o toda la vulva… aspira hasta apresar la carne y luego lame acariciando rítmicamente… no te centres en la pequeña cabeza ... Resumiendo: cómo chupar la concha de los caracoles, pero sin ro

Polillas.

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Al salir de la ducha, sólo la sombra roja cubrió las sabanas que terminaron haciendo crujir las maderas, no todo es malo, no todo es bueno... es parte del recorrido que a veces nos lleva a infiernos o al paraíso. Es parte de un juego al que no escogimos entrar, sólo entramos atraídos por un deseo tan fuerte como el que empuja a las polillas a las bombillas de la luz, algunas sólo se acercan quemando sus alas , otras mueren quemadas por su intensidad... pero no hay tiempo de lamentarse, sólo tiempo para vivirlo. Esa luz que algún día nos quemo, mantendrá vivo el deseo. Juan De Marco, a la distancia.

Sacudiéndolo Todo.

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"Cuando ella me pide que beba de su  cuerpo, que tome todo y lo transforme en un orgasmo...  Cuando ella logra cierto grado de placer, cuando no debe de perder esa sensación, me quedo quieto y respiro muy cerca de su sexo. Mantengo mis ojos abiertos y la miro desde abajo, entre sus piernas, dejo que mi boca la abrace, y que mi lengua se deslice hasta tocarla sutilmente, como una gota que se deja caer, una y otra vez sobre la loza. El mismo e intenso movimiento, separando sus labios hasta verlos abiertos.  Su cuerpo me avisa, esta en tensión y quieto, tiembla en momentos , como ecos en la oscuridad, sus ojos permanecen cerrados. Cuando siento que va a llegar, que va a tener un orgasmo, mantengo la presión.  Ella inicia un movimiento rítmico contrayendo su vientre, suelta sus lágrimas vaginales y se aprieta entre mis labios. Aumentan las sensaciones. Dejo que mi nariz frote su pelvis y aumento la presión de mis lamidos sobre el clítoris soltando a pausas, para volver a pres

El colibrí y el espino

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Hoy, en mi Jardín, acabo de ver al colibrí extrayéndole el  néctar a la flor del espino. El espino debe de ser uno de los árboles con más espinas, mortal para un pobre colibrí, que necesita de él para alimentarse, para tomar energía y volar grandes distancias, para no caer y morir. Aunque, vale la pena, si se trata de seguir con vida. Sólo un vuelo errático, y sus alas, quedarán prendidas entre filosos cuchillos que podría cortarlo, perdiendo no sólo las alas, sino también la vida y no volver a ver una flor más en su vida. Así de despiadada y sensual es la vida. Un hombre enamorado y caliente por el cuerpo de una mujer, es el mismo caso. Si te dejas llevar por ese momento de sensualidad y excitación, una mujer te podría hacer el mismo daño, que un espino a las alas de un colibrí. Hoy , enredada entre las sabanas, amaneció desnuda. El sol caía sobre su cuerpo iluminando y calentando su sexo que permanecía abierto y dilatado. Me quedé observando la belleza y sensualidad que

Pilar y los visillos azules de Juan...

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En esos días de pandemia y encierro que vivimos alguna vez, se me ha venido a la memoria la siguiente historia que les voy a contar. En esos pueblos del sur, donde la cal cubre los muros, de calles estrechas y poca distancia entre las casas, detrás de los visillos azules, vivía yo. Dieciséis años entonces,  me lo pasaba encerrado entre los muros fisgoneando y buscando siempre tranquilizar las hormonas. Los visillos permanecían cerrados para esconder mi maldad. Día a día me asomaba al sentir el ruido que hacían los colgaderos  entre las casas, en esos donde las mujeres colgaban sus ropas para que se secaran al sol. Ellas cantaban y despertaban los mullidos sueños de los mozuelos que, en esa batalla hormonal, se perdían azotando sus cabezas contra las almohadas. Sus cuerpos eran sensuales y generosos en su forma, acogedoras para el amor. Pilar, era uno de esos cuerpos. Y cada vez que asomaba por la ventana, yo , tras los visillos azules, la observaba. Solía vestir en enaguas