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¡¿Allô...?! (A partir de la novena semana con Sindel Avefenix)

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A partir de esa sensualidad que nos habita y un corto llamado telefónico, volvimos a sentir esa chispa que a veces se apaga con lo cotidiano y monótono de la vida; Ese diario vivir que sucunbe a las llamas del aburrimiento. -Allô Me aceptó, que sin querer, empezó a sentir que la excitación iba en aumento mientras yo le musitaba bajo y profundo, todas las zafiedades que se me ocurrían;  Conscientemente, empezó a imaginar lo que hacía, mientras me oía por el auricular, y empezó a hacer lo que le pedía: -Moja tu dedo en tu boca e imagina que es mi sexo... Recuerda el sabor y como pulsa al excitarse-. Obedeció, sintiendo el sabor del sexo en su boca y lo que producía el pulso cuando lo atrapaba entre sus labios. Empezó a introducir y sacar los dedos  excitada. Sentía que su sexo palpitaba abajo, y se iba mojando, mientras imaginaba mi cuerpo desnudo al otro lado del teléfono. No aguantó más y sus dedos bajaron por su cuerpo; Una mano se quedó prendida en sus senos jugueteando con la coron

Soledad

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Hoy los pinceles permanecen secos, sin vida, entre sus hilos se esconden azules permanentes y ocres cansados, no logran suavizar sus crines, la pintura se reparte en grumos de verdes azulados... amarillos tristes que no dejan de buscar su color. Secos, están secos, la trementina no logra suavizar sus cerdas. La paleta de colores empastada, luce oscura, no distingo los colores, me pesa el alma entre morados, entre rojos coloniales y oscuros negros funebres. Mis manos duelen, sienten como los clavos perforan un reumatismo incansable, los tubos lloran colores aceitosos que no logran aderirse firme a la tela. Mmmmm, las pastilla es cada vez más amarga, no distingo los colores, las malditas pastillas los hacen borrosos a mis ojos... son pinceles cansados, las paletas viejas y los oleos secos. Los rostros son agrietados en mis pinturas, aunque trato de suavizarlos con el plomo de sus componentes. La gente ríe al verlos, los retratos lucen cansados, sus ojos tristes y gruesos por la pintura s

Caprichosa Dulzura. (semana 38 con Sindel.)

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"Extingue tu alma, trata de encontrar placeres en todo aquello que alarma tu corazón: no bien alcanzada, la perfección de ese estoicismo, sentirás nacer, a partir de esa apatía, una multitud de placeres nuevos, mucho más deliciosos que los que crees encontrar en la fuente de tu funesta sensibilidad…" SangGu, dormía profundamente sin emitir ni un sonido, con su respiración acompasada. Sus pechos caían hacia delante, después oscilaban y se movían alternativamente, primero hacia un lado y luego hacia el contrario, en completo equilibrio, determinados por un punto fijo, como un eje perfecto. Mis dedos tiemblan ante ellas rozando su alma, mientras ella pulsa excitada. Pellizco sus pezones suavemente retorciéndolos entre mis dedos; Ella gime casi dormida, sus pezones son como una bombilla en el microcosmos. Su cuerpo golpea mi iracundo y pesado sexo cuando se estira, buscando un ligero roce que me endurece; Por delante, aparece una clara ventana al cielo en la abertura del pan

Capriccio 24. (Un jueves, relato)

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Una ligera corriente de aire traía un fuerte olor a madera asomagada y magnesio que se mezclaba con el del salon y el salitre del mar que venia de afuera, una extraña mezcla de aromas que hizo que me olvidase del trabajo y síguese el sonido de un destemplado violín siguiendo el corredor. Los brazos en la silueta de Juliette se abrieron. Al hacerlo, mis ojos recorrían la forma perfecta de su espalda, su blusa traslúcida de sensualidad desnuda, se escondía hasta caer en sus nalgas. Se podía ver perfectamente la forma de sus senos, una caída sensual curvada que terminaban en dos endurecido pezones con formas de fresas, que al poco tiempo, la sombra de los dedos envolvió por completo. La imagen del violín completaba la escena oscura al trasluz de la ventana. Al mover el arco, sus formas libres rebotaban en el aire despejando una imagen mágica y erótica. Lo invisible me excitaba. Las cosas que no se ven, se intuyen, pueden ser eternas como aquellas curvas femeninas de luz y penumbra. Una br

El noveno mandamiento.

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Entró, echó el pestillo compulsivamente tirándose en la cama, y sin dejar de jadear, abrió sus piernas tirando de la ropa interior, para liberar su sexo que goteaba en deseo... yo estaba ahí para verla, en silencio. Sus dedos se  deslizaron por su vientre buscando entre los labios hinchados la campanilla trémula, que se disparaba desnuda, ya alcanzada por sus dedos.  Apago la luz, se metió en la cama y se arropo bajo las mantas.  Respiro hondo, cerrando los ojos y la fantasía de un cuerpo se deslizó sobre ella. La boca la besa, los dientes la muerden, las manos la acarician guiada por las suyas, por encima de su piel; Una acaricia los senos endurecidos por la excitación, la otra bucea por debajo de las bragas, entre sus piernas que se humedecen, y se abren.  Sus dedos juegan con el vello ensortijado, separan los labios, pulsando el botón de la flor que se inflama rojo rubí, penetrando en su interior cálido que palpita, que los acoge, mientras se mueven despacio, demorándose en cada pli

Obscena y lasciva.

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La deseo, su cuerpo ambrosía vacía, la noche se hizo larga, follamos hasta el amanecer. Su olor esta en mi nariz, mi boca es el recipiente donde vuelca toda el deseo acumulada dentro... Sabe a sexo, a fuego, a cenizas... Nuestros zumos revueltos con el sabor del otro. Ahora es agua, caudal de vertiente que lava todo. Sus manos tiemblan, mientras mis rodillas me obligan a caer a sus pies, su boca, mi condena. Nuestra piel se eriza sólo rozarnos en la estrecho caldero del deseo, entrando y saliendo, temíamos contagiarnos en un infierno. Bastaba un roce y se nos detenía el corazón, pero nuestras manos no podían dejar de tocarse, un espacio de piel entre ambos cuerpos calcinándose por dentro. Excitados, deseando desnudarnos y follar hasta que se evaporaran nuestras vidas y ardiéramos como dos fénix, despertando de las esquivas cenizas.. La lujuria se apoderó de nuestra piel. jugué con ella mientras sus ojos fijos me observaban. Lasciva era su mirada, obscena su boca, saliva escapando entre

Eva

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“Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con qué pasará, otras hacen que suceda.” Michel Jordan. Desnuda, ausente, sumergida en sus recuerdos, su vientre se recogía ante la insistencia infinita de su mano, sometida al orgasmo. Era muy fácil adivinar por donde corría la historia que dibujaba entre sus vellos encrespados que adornaban el dorado pubis abierto a sus pensamientos.  Al sentir como Eva se derramaba entre gemidos apretados, al ver brotar el oro liquido de su interior, no pude detener mis instintos, y sin que ella notara mi presencia, me clave entre sus muslos, bebiendo todo lo que de ella salía, gozando cada instante de su interminable agonía, la que explotaba ante mis arremetidas mis labios no dejaron escapara ni una gota de vida y ahí, tendida, no dejaba de agradecer mi instinto salvaje que terminaba por saciar hasta su más intimo y escondido deseo. Rodrigo Fuster