Obscena y lasciva.

La deseo, su cuerpo ambrosía vacía, la noche se hizo larga, follamos hasta el amanecer. Su olor esta en mi nariz, mi boca es el recipiente donde vuelca toda el deseo acumulada dentro...
Sabe a sexo, a fuego, a cenizas... Nuestros zumos revueltos con el sabor del otro. Ahora es agua, caudal de vertiente que lava todo. Sus manos tiemblan, mientras mis rodillas me obligan a caer a sus pies, su boca, mi condena.
Nuestra piel se eriza sólo rozarnos en la estrecho caldero del deseo, entrando y saliendo, temíamos contagiarnos en un infierno.
Bastaba un roce y se nos detenía el corazón, pero nuestras manos no podían dejar de tocarse, un espacio de piel entre ambos cuerpos calcinándose por dentro. Excitados, deseando desnudarnos y follar hasta que se evaporaran nuestras vidas y ardiéramos como dos fénix, despertando de las esquivas cenizas..
La lujuria se apoderó de nuestra piel. jugué con ella mientras sus ojos fijos me observaban. Lasciva era su mirada, obscena su boca, saliva escapando entre sus labios, sed de mí. Sus manos se perdieron entre mis piernas y sin dejar de mirarnos, engulle el páramo tibio para deshacerlo en su boca .
Desnudo, la dejé mirar mientras lo hacía, sus manos inquietas haciendo temblar mi hombría jadeando y vociferando palabras sucias. Erecto y palpitante entre sus manos, bufaba amenazante. Se dilataba y contraía , mientras ella hundía su deseo, mostrándome el infierno que entre sus labios sexuales había. Sus caderas temblaban, sus labios gemían.
Rodrigo Fuster


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En mi jardín el deseo no tiene límites.

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