Soledad


Hoy los pinceles permanecen secos, sin vida, entre sus hilos se esconden azules permanentes y ocres cansados, no logran suavizar sus crines, la pintura se reparte en grumos de verdes azulados... amarillos tristes que no dejan de buscar su color. Secos, están secos, la trementina no logra suavizar sus cerdas. La paleta de colores empastada, luce oscura, no distingo los colores, me pesa el alma entre morados, entre rojos coloniales y oscuros negros funebres. Mis manos duelen, sienten como los clavos perforan un reumatismo incansable, los tubos lloran colores aceitosos que no logran aderirse firme a la tela.
Mmmmm, las pastilla es cada vez más amarga, no distingo los colores, las malditas pastillas los hacen borrosos a mis ojos... son pinceles cansados, las paletas viejas y los oleos secos. Los rostros son agrietados en mis pinturas, aunque trato de suavizarlos con el plomo de sus componentes. La gente ríe al verlos, los retratos lucen cansados, sus ojos tristes y gruesos por la pintura seca, no les dan vida, lucen arrugados. De tanto buscar colores vivos, pierden su color.
Miro al techo tendido nebulando mi vista tras espesas capas de humo , hasta que la brasa quema mis dedos perforando en su caída las roidas sabanas del hospital. Las enfermeras reclaman mi indolencia, pero saben que luego pinto con mis dedos sus cuerpos desnudos, les excita mi mirada perdida tras las telas, mi indiferencia a los hechos que acontecen fuera de mi cuarto.
No siento, no sé, vivo entre mis demonios buscando explicación a mi infierno. Ellas lo saben, pero no les importa, mi piel las despierta cuando se encuentran solas, cuando limpian mi cuerpo desnudo entre las contracciones que provocan en cada caricia,tras cada lamida... se pavonean entre aromas de cuerpo y trementina, entre los restos de pintura, buscando entre las cerdas erguidas que esconden secretos apasionados, entre reacciones de mi piel a sus besos húmedos.
- Gustab, despierta, muéstrame tus colores, dibújame con tus manos deja de sufrir, no escatimes en besos y caricias, muéstrame que estás vivo... - Repiten una y otra vez hasta que me deshago entre sus dedos.
Todo se escucha lejano, hueco, como ecos perdidos entre los peñascos, como la pintura seca que no me deja pensar. La soledad de mis pensamientos me excita, me distrae y no logro los esbozos que dibujo en mi cabeza. Déjame sentir, el carbón no tira lineas, no logra sacarlas de mi cabeza... siento como mis cuerpo desaparece adentro, como mis huesos se deshacen entre dolores, a veces insoportables.
Le entrego mis dedos a ella, las dibujo mientras se mojan por dentro, mientras gimen en silencio bajo las sábanas... siento su calor como quema mi piel, como arden los prepucios sodomizados.
Viene otra pastilla que achicará mis ojos hasta quedarme dormido entre sus brazos. Pienso en volver a escribir, pero la pluma fuente ya no carga tintas, se habre en demasía no dibujando letras que terminan como garabatos en el papel.
-Necesitas el calor de unos brazos, de mis besos, beber del néctar y mi aroma en tu boca, entre mis piernas de suaves alas de pluma. Y velaré por eso.

Rodrigo Fuster.

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