A la distancia... al norte.

Sin rozar el cuerpo de Carolina simuló por encima del cuerpo una extensa y larga caricia que iba desde la nuca hasta los dedos de los pies, para volver y detenerse justo en el monte de venus adornado de vellos colorines entintados a pincel. 

Rodrigo, un experto en estas artes,   la hizo estremecer apartando de su cuerpo la poca ropa que aún le quedaba puesta, dejando su larga melena roja expuesta a las inclemencias de la espalda, y unos senos cubiertos por lana, los que emergían temblando entre los dedos de la mujer de fuego.
Permitió que ella se levantara despacio con los labios entre abiertos, aún sus senos expuestos y la mirada que en ningún momento la quitó del cuerpo.
Sus manos descendieron hasta el vello de su acalorado objetivo con un gesto aparente y lascivo, y hundió sus dedos entre los labios salivantes de su entrepierna. 
Ella apretó la mandíbula entre dolor, el placer  y la rabia, conocedora ya de las artes febriles de esté amante traidor, que por tanto tiempo la había abandonado, dejándola expuesta a sus febriles pensamientos que se perdían entre las cuatro murallas de su cuarto. 
A ciegas, Rodrigo identifico sus senos que sobresalían grandes, disparados entre sus dedos con erguidos pezones, retorcidos por sus suaves manos y un cuerpo que no perdonaba su esencia caliente e indiferente.

Se deslizó con extrema lentitud, como otras veces había hecho tan solo con sus palabras en la superficie transparente y aparente de sus mentiras elocuentes, rozando con sus labios cada pedazo de carne que emergía latente ente sus pliegues tibios y mojados por la acción descarada del amante, su voz temblaba y sus senos tiritaban de deseo, mientras su vientre no dejaba de respirar alterado por el efecto de los aquellos dedos suaves . 
Colocó sobre ella la única caricia que siempre llevaría como sello de identidad, unos labios húmedos y temblorosos que la dejaban sin aliento, colocando la Daga cerca de su mano, que inmediatamente había reaccionado a los gemidos de Carolina.  Intentado entrar en su cuerpo como antes había conseguido entrar en su mente para doblegarla definitivamente a todas sus órdenes. 
Era embriagador ver aquella escena de tanto deseo y esperas, sentía la deshonra extranjera en tierra de nadie, ella que temblaba entre sus dedos pulsando en cadenciosos ritmos de sangre acumulada. 
Él, en el fondo debía pensar que pertenecía a una raza superior de hombre  arrastrando a la sumisión a mi pequeña y encantadora amiga, que no dejaba de humedecerse a cada embestida,  atrapada entre sus dedos.
Penetro el fondo oblicuo y deseoso de su cuerpo, mancilló su imagen en el reflejo de los mil espejos como las caras que él poseía, sin más ... ella mientras tanto lloraba la espera que jamás se llevó a cabo. En su aparente morbo, gozaba con la esclava venganza de su propio confesionario. Recordando entre sollozos cuando dio fin a está historia sin más de algún sentido.
Bastaba la vida para dejar el peregrinaje entre los cuerpos, con tan solo una sincera palabra, ella hubiera comprendido la exigencia de tanto vacío y soledad. Pero afirmaré en contra de alguna voluntad nacida de alguna absurda creencia que el pecado de su carne fue el más delicioso de los placeres. Resurgió del infierno que le procuraba un éxtasis desgarrador. 
Confesiones y confusiones  húmedas de un amante que no la deja de pensar. Adquiriendo el placer de conquista en toda falda larga que a sus páginas de sociedad llegaba, Norte tierra de infantiles juegos. 

La hora  exacta donde ella dijo Adiós en una  mañana de radiante sol y olor a jazmín en sus labios.  Y así fue como su tiempo se paró a modo de relato escondido, siendo estos meses amantes silenciosos que guardando con arte y sabiduría cada una de sus palabras escritas a fuego sobre sus cuerpos mojados. Nunca se pronunciaron en las locuras sórdidas de los libertinajes para eso y esto ya existían otras amantes en el camino, todas por supuesto Amadas, Bellas, Delicadas y Exquisitas que como gran Don Juan debía dejar constar. De escándalo en escándalo quedaba ella sin saber ni aprender, lástima no saber y/o  no querer.


Carolina, ésta vez has aprendido la lección; la vida es así de cruel aunque 
tú sigas pensando que una parte puede ser del color que se dibujan las 
nubes cuando estás excitada. Él te sigue en silencio y espera tus cartas llenas de humedad, pero tu le miras con unos ojos fríos, una entrepierna mojada y unos labios salibantes ... de vez en vez le mandas unos imagen tuya acalorada por tus pensamientos, y aunque sabes que sólo desea y espera verlas llegar, te dejas arrastrar y seducir a la distancia, y cada vez tu cuerpo expone en tus fotografías más deseo, ese que esperas que algún día sea extinguido.... Eres soberbia , provocadora y sin vergüenza... Sabes que él la espera, y apuntas tu cámara provocativa hacia tu cuerpo, dándole a conocer cada unos de tus secretos mejor guardados,  el secreto provocador de las palabras que pronuncia un cuerpo en silencio cada vez que recibas sus letras, deja que tus dedos muestren y escriban tus silencios más ocultos.

Don Juan De Marco, personalizado en RODRIGO , SU AUTOR.

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