El espejo, la renuncia.

"Su imagen triste frente al espejo, y un cuerpo vestido de negro no para seducir, sino que para guardar un luto, la máxima expresión de sensualidad. Hoy escondía, más que un deseo, una pena que parecía que nunca iba a olvidar. Pero ese espejo aún le reclamaba que estaba viva, y aunque la congoja la paralizaba, su sexo aún solía humedecerse al escuchar palabras acerca de su belleza. 
Era cierto, de su lado había partido el único hombre que había amado, pero del otro lado del espejo, había una mujer distinta, una mujer que relucía por su belleza, la imagen que aparecía y desaparecía del cristal, no se conformaba con lo que la vida le estaba arrancando... la libertad de volver a sentir unos dedos recorriendo su cuerpo, de ser tocada y deseada, aún era muy joven. Aunque su corazón llorara, al otro extremo de su cuerpo había un sexo que aún palpitaba, y curiosamente, era él mismo, quién le alimentaba. 
Seguía enviando sangre para que este permaneciera vivo.Era una imagen bellísima, sus senos no tan jóvenes aún mostraban la delicada figura que un día había enamorado a ese que le había dejado sola, sus nalgas endurecidas, sus sinuosas caderas y la suave piel que lo cubría todo, hasta esos vellos oscuros bien delineados que cubrían el deseo más codiciado... ese rostro tan triste y sensual, y un par de ojasos negros que me miraban de reojo escondidos tras la largas pestañas.
Porque era la mujer del espejo la que me buscaba, la otra trataba de arrancarse de su reflejo, para no caer en algo que le causara culpa que no quería sentir.
Me acerqué escondiéndome en las sombras, la mujer del espejo me había visto, pero la otra ni siquiera lo presentía... hasta que estuve tan cerca de ella, que el calor que desprendía mi cuerpo entibió el suyo... en ese momento comprendí, que la imagen del espejo había desaparecido para entrar en ella.
Fueron mis manos las que las ataron para que ninguna de ellas escapara finalmente un beso, obligo al corazón a ocupar todas sus energías en mantenerla viva, olvidando por unos instantes la pena que sentía... 
Y ellas se unieron en gemidos, como sólo una, se entregaron a todas las caricias de mis manos. Las alcé en mis brazos, y ese negro que guardaba luto, se convirtió en un arma de seducción.
Mis manos separaron las telas del escote, para liberar sus senos llenos de deseo, y beber de ellos cada gota que emergía aprisionada por el tiempo. Su cuello entregado a la caricia de mi barba desafeitada, fue convirtiendo la piel mustia en arroyo vivo, y el deseo volvió a aparecer en su cuerpo, y esos labios que sólo sabían de llanto, volvieron a descubrir los gemidos.
Sus ojos cristalinos volvieron a tomar vida, y ya no se cerraban sólo para dormir la tristeza, sino que,, para dejar que las sensaciones le ahogaran cada lágrima y convertirlas en luces que se iban prendiendo en su interior, volviendo a chispear alegremente  sus ojos.
Fue así como su cuerpo volvió a sentir el deseo,  sintió la piel viva dentro de sí, fue cortando los hilos de su tristeza para transformar sus murallas secas en manantiales .
Suavemente sintió que la muerte la alcanzaba para volverla a la vida... entonces la otra imagen volvió al espejo para reflejar la alegría de sentirse una mujer deseada y complacida, que había borrado su tristeza..."

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Cabecilla Roja...

Collage de un orgasmo. (septiembre con Ginebra)

Aliento de Rosas. (Mayo de Varietès, para Ginebra...)