Un verano de fotografía


Como si se tratara de una migración de tortugas marinas, la vi nadando desde abajo, mientras se alejaba siguiendo la corriente... Su cuerpo desnudo era magia y reflejos del agua; Su sexo libre sembrando oscuridad, y sus senos, sus senos libres cual globos, flameaban uno al lado del otro, endureciendo sus casquillos como puntas de lanza; ondeaban libres en choque juguetón hundiendo y floreciendo cual magia brujera, ondulaban y agitaban , enarbolando su belleza perfecta.
Sus nalgas movían ligeras olas alrededor de sus caderas, asomaban cada dos a tres, y sus carnes parecían lienzos de seda, suaves y blancos, enaltecidos por el turquesa de las aguas. Emergió para tomar un descanso sentada en las rocas que rodeaban el arrecife, donde los corales dibujaban el brillo de su vulva por los brillantes reflejos del sol. Emergí tras de ella, para asomar mi cabeza y hablarle...
-Quien eres???, porque me sigues??- respondió asustada.
-Neptuno el rey de los mares y dueño de estas aguas respondí, vengo por mis sirenas a darles una razón para cantar.- Rio a carcajadas- que buscas Neptuno? te excita esta sirena perdida- en un impulso de ola, mi cuerpo fue empujado y mis pectorales se hicieron aún más atractivos.
-Que bello cuerpo tienes, podría esculpir tus carnes con una mano, mientras la otra conoce mi lado oscuro de sirena...
La roca plana y esculpida por el mar , hizo de lecho, y ese cuerpo caribeño se entrego sin pensar, su templado estado, le había llevado a desear un capricho más, ella tenía el poder de su belleza, el el servir a las sirenas y protegerles su intimidad.
Pero no cumplió con sus deberes y se entrego a los brazos de esta tortuga sirena que se dejaba seducir por el dios del olimpo esperando un heredero digno de sus propias bellezas.
Pero descubrió que todo era un cuento nueve meses después... no había un dios, ni un semidiós de resultado... el pequeño moreno de ojos verdes, terminó siendo pescador por la inocencia de su madre y un niño abandonado por el que si debería de haber sido su padre, y aunque nunca se dio cuenta del engaño, le dio todo su amor convirtiéndolo en un gran pescador, mientras la madre guardaba un triste y frustrado silencio, y ante ese silencio, un día la dejó por una tonta operación que pedía compatibilidad para salvar la vida de su padre.
Lo que trae el mar, suele llevárselo el mismo, sin dejar rastro de su paso, pero guardando el secreto de los protagonistas quienes guardan una fotografía que algún día pudo ser la de un verano más y terminó siendo una desgraciada frustración.

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Rodrigo Fuster para Váriétes.








Comentarios

  1. Hemos coincidido en fotografía, pero con inteniciones distintas. Me gustan los que se refieren, de alguna manera, a las sirenas. Enhorabuena.
    Saludos. AlmaLeonor_LP

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En mi jardín el deseo no tiene límites.

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